El uso de unos simples dados no está reservado únicamente para comerte 20 en el parchís. Estos, a priori, objetos insignificantes funcionan como herramienta principal en un juego, y no de mesa, que propone Mozart. El padre de la ópera La flauta mágica
(que aterrizará próximamente en València) ideó un sistema para crear música de manera aleatoria.
El Juego de los Dados, así se denomina el experimento, relaciona la creación con el azar y las matemáticas. La aportación del genio de Salzburgo se ha popularizado entre la comunidad educativa. Los niños son capaces de desarrollar sus mentes ejerciendo de pequeños Amadeus mientras lanzan estas diminutas piezas cúbicas.
Y no solo eso. También desarrollan óptimos resultados imaginativos y visualconstructivos mediante el EfectoMozart. Escuchar sus composiciones les ayuda a casar todas las caras de un rompecabezas a velocidad pasmosa o a reconstruir un submarino con piezas de Lego fraguando la imagen en su mente.
Los adultos también se pueden ver beneficiados por estos métodos didácticos. ¿Estás dispuesto a conocer más sobre el Efecto Mozart y el Juego de los Dados? ¡Comienza la partida!
El singular sistema de creación artística de Mozart
Nos desplazamos en el tiempo. Estamos en 1777 y el talentoso austriaco no supera los 21 años. Que no te engañe su juventud, pues fue contratado cuatro años atrás como músico de la corte. Un destino lógico, por otra parte. No en vano, ya con un lustro deslumbraba a la realeza europea al piano.
Este prodigio era, además, un matemático en potencia. Prueba de ello son las huellas que encontrarás en su legado del número Pi o las Homotecias. Pues bien, este portentoso veinteañero unió estos dos lenguajes universales, dando forma a lo que en su día estudió tímidamente Pitágoras.
Solía decir que todo “está compuesto, pero no escrito todavía”, así que inventó un sistema para concebir valses con la inestimable ayuda de los dados para todo aquel que no tuviera ni idea de componer. Escribió 176 compases y los colocó en dos tablas de 88 elementos cada una. Una correspondiente a la primera parte de la composición y la otra, a la segunda. La fila vertical significaba el valor de la tirada y la horizontal, en números romanos, indicaba el número del compás.
Para crear la obra en cuestión se definía cada compás lanzando ambos dados y anotando la suma. Es decir, había doce resultados posibles, del 2 al 12. Este procedimiento se repetía hasta completar la composición. Pese a que pueda parecer inaudito, con este sistema se generan unos 3.800 billones de piezas.
Aprender matemáticas con Mozart
Con este juego de azar sostenido en este patrón fundamentado, demostró que componer era pura combinatoria. Este generador de minuetos enriquece hoy la tarea educativa, pues los pequeños aprenden probabilidad mediante un recurso innovador para combatir el aburrimiento.
El niño se familiariza con el mundo estadístico experimentando e identificando cada vez con mayor fluidez las combinaciones posibles. Empleando esta técnica, será capaz de resolver con más solvencia ejercicios de aritmética gracias a la estimulación de la mente.
Estos efectivos experimentos matemáticos y, por extensión, musicales, se han adaptado a los nuevos tiempos. Y es que, para ponerlos en práctica hay talleres educativos que emplean las nuevas tecnologías con programas especiales.
Escuchar el legado del ideólogo de La flauta mágica
Pero la música del sabio austriaco no solo incentiva el desarrollo del pensamiento lógico-matemático. También, fomenta el espíritu, mejora la inventiva, calma a las personas hiperactivas o reduce los fallos y el tiempo de aprendizaje en los más pequeños. Estas bondades se desprenden del llamado Efecto Mozart.
Eso sí, este fenómeno resulta influyente especialmente en las tareas espaciales. Como se avanzaba al inicio, un niño resolverá un rompecabezas más rápido escuchando a Mozart. ¿Por qué? Porque las vías que se activan en el cerebro al escuchar música clásica (y muy en particular, la de nuestro protagonista) son similares a las que se necesitan para realizar una actividad de razonamiento manipulativo-espacial.
Como sospechas, cuando suena una sonata de este clásico, las vías indicadas para completar ese rompecabezas en tiempo récord ya están preparadas para usarse.
Escuchar ‘La flauta mágica’ para expresarse con claridad
Los orígenes del Efecto Mozart se sitúan en los trabajos del otorrinolaringólogo francés Alfred Tomatis. Este médico recorrió el mundo realizando pruebas a 100.000 pacientes adultos con trastornos del aprendizaje e impedimentos vocales y auditivos. Descubrió que las creaciones del famoso compositor mejoraban la percepción espacial de los voluntarios, quienes se expresaban con mayor claridad tras estas sesiones.
Los doctores Francis Rauscher y Gordon L. Shaw afianzaron después este Efecto Mozart, estudiando con mayor profundidad la relación entre su obra y el aprendizaje. Más recientemente, el californiano Campbell demostró que, además, sus partituras estimulan y relajan a los bebés.
Este Efecto Mozart se aplica en los primeros años de vida con ejercicios en los que intervienen palmadas, patitos de goma o bailes mientras suena La flauta mágica y otros títulos. Siguiendo este procedimiento, se estimula el cerebro y los músculos de tu bebé.
¿Más listos con una ópera de Mozart?
Los menores de entre tres y doce años son capaces de mejorar su razonamiento acercándose también a la producción del maestro. Esta hazaña no se consigue con otro tipo de música, pues cualquier sinfonía de Mozart activa zonas del cerebro a las que otras melodías no acceden. Si, además, el joven toca un instrumento, se multiplicarán sus habilidades espaciales y mejorará la coordinación de su cuerpo.
En este caso, fue el piano el que ayudó a demostrar cómo el cociente intelectual de un grupo de infantes aumentó un 34 %, debido a la plasticidad de sus cerebros. Hicieron falta cuatro meses de clases frente al teclado para que esta investigación de Campbell arrojara estos positivos resultados.
Mientras, el College Board desarrolló una investigación con todos los estudiantes que iban a someterse a los exámenes de acceso a la Universidad en 1996. Aquellos que tocaban un instrumento y estaban familiarizados con Mozart obtuvieron 51 puntos más que el resto en el ejercicio verbal, y 39 más en matemáticas.
Como ves, escuchar una ópera o una sinfonía de este icono del siglo XVIII no reporta más que ventajas en pleno siglo XXI. Sus composiciones no solo alegran el alma. También estimulan el razonamiento y la inventiva, especialmente en los más pequeños.