LA DAMA DE PICAS
Piotr Ilich ChaikovskiÓpera en tres actos
Libreto de Modest Chaikovski,
basado en el cuento homónimo de Aleksander Pushkin
El azar de jugársela a tres cartas
Programa de mano
Aleksander Pushkin escribe en 1833 un cuento de tintes oníricos y profundos que cautiva a Piotr Ilich Chaikovski, por lo tortuoso de los caminos del alma que recorre: la codicia y la avaricia, el engaño amoroso y todo el remordimiento que tales actos provocan: la muerte de dos mujeres engañadas y la locura del protagonista al verse arruinado y comprender que el destino estaba escrito desde el principio en las cartas. Simbólica metáfora del azar engañoso de la vida que deja creer que nosotros, los seres humanos, estamos libres de un designio escrito con nuestro nacimiento y rubricado con nuestra muerte.
Con
el apoyo de la Fundación AFS
octubre 2023 |
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01 | domingo | 18:00 | |
04 | miércoles | 19:30 | |
07 | sábado | 19:00 | |
10 | martes | 19:30 | |
14 | sábado | 19:00 |
Equipo creativo
Dirección musical
James Gaffigan
Dirección de escena
Richard Jones
Escenografia y vestuario
John Macfarlane
Iluminación
Jennifer Tipton
Reparto
Herman
Arsen Soghomonyan
Condesa
Doris Soffel
Lisa/Chloé
Elena Guseva
Polina/Daphnis
Elena Maximova
El Conde Tomski/Plutus
Andrei Kymach
El príncipe Ieletski
Nikolay Zemlianskikh
Chekalinski
Vasily Efimov
Surin
Alejandro Baliñas
Chaplitski
Joel Williams +
Narumov
Irakli Pkhaladze ++
Gobernanta
Luzia Tietze
Masha
Laura Fleur ++
Maestro de ceremonias
Antonio Lozano *
Escolania de la Mare de Déu dels
Desemparats
Director Luis Garrido
Escola Coral Veus Juntes
Directora Roser Gabaldó Lerma
Cor de la Generalitat Valenciana
Director Francesc Perales
Orquestra de la Comunitat Valenciana
+Alumni – Centre de
Perfeccionament
++Centre de
Perfeccionament
*Cor de la Generalitat
Valenciana
Producción de la Welsh National Opera, la Norske Opera de Oslo, el Teatro Comunale de Bolonia y la Canadian Opera Company
Audio
Sinopsis
Acto I
La acción transcurre en San Petersburgo en tiempos de la zarina Catalina II, La Grande. Día apacible en el parque. Entre alegres cánticos de madres, niños y sus niñeras, Chekalinski y Surin, oficiales del ejército, charlan sobre la partida de cartas de la noche anterior y del enigmático comportamiento de uno de sus compañeros, Herman, un hombre de carácter sombrío que acostumbra a permanecer en silencio observando con misterio el juego, sin llegar a participar. Aparece Herman con su amigo el conde Tomski, a quien confiesa su amor por una joven desconocida que ha visto varias veces por el parque, aunque la considera inalcanzable, pues él carece de fortuna y está por debajo del estatus noble de la muchacha. Poco después llega el príncipe Yeletski con su prometida, Lisa, y la abuela de ésta, una rica condesa. La desolación y el estupor invaden a Herman cuando descubre que Lisa es la mujer de la que se ha enamorado.
Tomski cuenta a sus compañeros el rumor según el cual la condesa logró amasar una gran fortuna en su juventud jugando a las cartas, apostando siempre a tres cartas concretas, un secreto que le confió en París un conde aficionado al ocultismo que estaba prendado de su belleza. Desde entonces, solo han conocido el secreto su marido y un amante de su juventud. La dama fue advertida por un espectro de que perdería la vida cuando un tercer hombre, apasionadamente enamorado, intentara arrancarle esta información. Herman queda fascinado por esta historia. En su cabeza comienza a rondar la idea de averiguar las codiciadas cartas y conquistar a Lisa.
Lisa ha quedado hechizada por la personalidad apasionada de Herman. A solas en su habitación, medita, dubitativa, sobre su compromiso con Yeletski. Sus pensamientos se desvanecen al irrumpir Herman por el balcón, quien le manifiesta su ardoroso amor, llegando incluso a amenazar con suicidarse si no es correspondido. La tensión cesa con la entrada de la condesa, que viene a dar las buenas noches a su nieta, lo que obliga a Herman a esconderse. Tras la marcha de la anciana, Lisa intenta despachar a su seductor, pero no logra controlar sus impulsos hacia él y cae en sus brazos.
Acto II
Se celebra un baile de máscaras en casa de un alto dignatario. Yeletski asiste acompañado por Lisa, a la que trata con extraordinaria amabilidad al percibir su semblante triste. Herman merodea por el salón, absorto con la obsesión cada vez más enfermiza por descubrir el secreto de las tres cartas: cree que sólo así conseguirá ser rico y estar a la altura de Lisa. Un interludio lírico ameniza la velada. Lisa entrega a Herman la llave de su habitación esperando reunirse con él por la noche. La escena concluye fastuosamente con la llegada a la fiesta de Catalina II.
Medianoche. La condesa en su habitación rememora con nostalgia sus años de felicidad en Francia. No tarda en quedarse dormida. Herman accede sigilosamente a la estancia. La anciana despierta y él le implora que le revele cuáles son las tres cartas. Fuera de sí, Herman insiste con agresividad, esta vez amenazándola con la pistola. La condesa muere del susto y con ella su codiciado secreto. Lisa entra en la habitación y cuando descubre horrorizada la escena expulsa a Herman.
Acto III
Herman recibe una carta de Lisa en la que le cita a verse en el muelle del río Neva y le pide perdón por culparlo de la muerte de su abuela. El joven, en estado de alucinación, revive el funeral de la condesa. La difunta anciana se aparece en su habitación en forma de espectro y le desvela las tres cartas: tres, siete y as. Más tarde, en el muelle, Herman, completamente fuera de sí, detalla a Lisa, riendo a carcajadas, cómo murió la condesa y que ésta le confió el secreto de las cartas. Ahora solo piensa en ganar dinero. Lisa intenta salvarlo de su locura pidiéndole que huya con ella, pero Herman se aleja corriendo, rumbo al casino. Lisa, desesperada, se arroja al río.
En el casino Herman comprueba alucinado el poder de las cartas ganando las dos primeras apuestas al tres y el siete. En la tercera mano apuesta todas sus ganancias al as y todos se retiran, a excepción de Yeletski. Pero no aparece el esperado as, sino la dama de picas. El espectro de la condesa sonríe triunfante ante la perturbada mente de Herman, quien, desesperado, se apuñala. En su último aliento pide perdón a Yeletski y pronuncia el nombre de Lisa.
La acción transcurre en San Petersburgo en tiempos de la zarina Catalina II, La Grande. Día apacible en el parque. Entre alegres cánticos de madres, niños y sus niñeras, Chekalinski y Surin, oficiales del ejército, charlan sobre la partida de cartas de la noche anterior y del enigmático comportamiento de uno de sus compañeros, Herman, un hombre de carácter sombrío que acostumbra a permanecer en silencio observando con misterio el juego, sin llegar a participar. Aparece Herman con su amigo el conde Tomski, a quien confiesa su amor por una joven desconocida que ha visto varias veces por el parque, aunque la considera inalcanzable, pues él carece de fortuna y está por debajo del estatus noble de la muchacha. Poco después llega el príncipe Yeletski con su prometida, Lisa, y la abuela de ésta, una rica condesa. La desolación y el estupor invaden a Herman cuando descubre que Lisa es la mujer de la que se ha enamorado.
Tomski cuenta a sus compañeros el rumor según el cual la condesa logró amasar una gran fortuna en su juventud jugando a las cartas, apostando siempre a tres cartas concretas, un secreto que le confió en París un conde aficionado al ocultismo que estaba prendado de su belleza. Desde entonces, solo han conocido el secreto su marido y un amante de su juventud. La dama fue advertida por un espectro de que perdería la vida cuando un tercer hombre, apasionadamente enamorado, intentara arrancarle esta información. Herman queda fascinado por esta historia. En su cabeza comienza a rondar la idea de averiguar las codiciadas cartas y conquistar a Lisa.
Lisa ha quedado hechizada por la personalidad apasionada de Herman. A solas en su habitación, medita, dubitativa, sobre su compromiso con Yeletski. Sus pensamientos se desvanecen al irrumpir Herman por el balcón, quien le manifiesta su ardoroso amor, llegando incluso a amenazar con suicidarse si no es correspondido. La tensión cesa con la entrada de la condesa, que viene a dar las buenas noches a su nieta, lo que obliga a Herman a esconderse. Tras la marcha de la anciana, Lisa intenta despachar a su seductor, pero no logra controlar sus impulsos hacia él y cae en sus brazos.
Acto II
Se celebra un baile de máscaras en casa de un alto dignatario. Yeletski asiste acompañado por Lisa, a la que trata con extraordinaria amabilidad al percibir su semblante triste. Herman merodea por el salón, absorto con la obsesión cada vez más enfermiza por descubrir el secreto de las tres cartas: cree que sólo así conseguirá ser rico y estar a la altura de Lisa. Un interludio lírico ameniza la velada. Lisa entrega a Herman la llave de su habitación esperando reunirse con él por la noche. La escena concluye fastuosamente con la llegada a la fiesta de Catalina II.
Medianoche. La condesa en su habitación rememora con nostalgia sus años de felicidad en Francia. No tarda en quedarse dormida. Herman accede sigilosamente a la estancia. La anciana despierta y él le implora que le revele cuáles son las tres cartas. Fuera de sí, Herman insiste con agresividad, esta vez amenazándola con la pistola. La condesa muere del susto y con ella su codiciado secreto. Lisa entra en la habitación y cuando descubre horrorizada la escena expulsa a Herman.
Acto III
Herman recibe una carta de Lisa en la que le cita a verse en el muelle del río Neva y le pide perdón por culparlo de la muerte de su abuela. El joven, en estado de alucinación, revive el funeral de la condesa. La difunta anciana se aparece en su habitación en forma de espectro y le desvela las tres cartas: tres, siete y as. Más tarde, en el muelle, Herman, completamente fuera de sí, detalla a Lisa, riendo a carcajadas, cómo murió la condesa y que ésta le confió el secreto de las cartas. Ahora solo piensa en ganar dinero. Lisa intenta salvarlo de su locura pidiéndole que huya con ella, pero Herman se aleja corriendo, rumbo al casino. Lisa, desesperada, se arroja al río.
En el casino Herman comprueba alucinado el poder de las cartas ganando las dos primeras apuestas al tres y el siete. En la tercera mano apuesta todas sus ganancias al as y todos se retiran, a excepción de Yeletski. Pero no aparece el esperado as, sino la dama de picas. El espectro de la condesa sonríe triunfante ante la perturbada mente de Herman, quien, desesperado, se apuñala. En su último aliento pide perdón a Yeletski y pronuncia el nombre de Lisa.