I vespri siciliani
Giuseppe Verdi
Sala Principal
Una ópera en torno a la manipulación de los pueblos y la conquista de su dignidad. Una ópera para la reflexión sobre los tiempos que vivimos.
Dirección musical Roberto Abbado Dirección de escena Davide Livermore Escenografía Santi Centineo Vestuario Giusi Giustino Iluminación Andrea Anfossi Coreografía Luisa Baldinetti Cor de la Generalitat Valenciana Francesc Perales, director Orquestra de la Comunitat Valenciana Coproducción Teatro Regio di Torino, ABAO-OLBE
Arrigo Gregory Kunde Elena Maribel Ortega (10, 16, 21) Sofía Soloviy (13, 18) Montforte Juan Jesús Rodríguez Procida Alexánder Vinogradov Bethune Andrea Pellegrini * Vaudemont Cristian Díaz Ninetta Nozomi Kato * Danieli Moisés Marín * Tebaldo Andrés Sulbarán * Roberto Jorge Álvarez * Manfredo Fabián Lara *
* Centre Plácido DomingoAntecedentes
En 1282, Procida, un patriota siciliano se exilia de su tierra natal cuando las tropas francesas invaden Sicilia. Montforte, comandante del ejército francés, viola a una mujer siciliana que después dará a luz a un hijo de ambos: Arrigo. Más tarde Montforte se convertirá en gobernador de Sicilia y Arrigo habrá crecido odiándole por influencia de su madre, pero sin saber que es su padre.
Acto primero, en la plaza mayor de Palermo.
Tebaldo, Roberto, Bethune, Vaudemont y un grupo de soldadesca francesa se divierten en la plaza de Palermo, mientras son contemplados por la población siciliana con rencor. Aparece la duquesa Elena, luciendo luto por la muerte de su hermano, ajusticiado por las autoridades francesas, y Roberto aprovecha para humillarla y obligarla a entonar una canción. Ésta incita con su canto a la revuelta de los sicilianos, que no dudan en amotinarse y cuyo revuelo sólo se detiene ante la llegada del gobernador, Guido Di Montforte. Aparece también en la plaza Arrigo, el joven amado por Elena y ésta descubre entonces que ha sido detenido por alta traición. El muchacho, que no conoce al gobernador en persona, verbaliza todo su odio contra él, estando en su presencia. Montforte obliga en ese momento a Elena a separarse de Arrigo y, admirado por su osadís, le ofrece un puesto en el ejército francés, pero él lo rechaza orgullosamente.
Acto segundo, a orillas del mar.
Giovanni da Procida, un orgulloso exiliado, acaba de descender de una barca de pescadores, no lejos de Palermo. Elena y Arrigo acuden al lugar tras ser reclamados por él y, entre los tres, urden un plan de revuelta que ha de desatarse durante una fiesta multitudinaria. Elena, impresionada por la reciente valentía demostrada por Arrigo, le declara su amor, aunque no podrá entregarse a él mientras no haya sido vengada la muerte de su hermano.
Bethune acude al lugar con una invitación a la fiesta para Arrigo, de parte de Montforte. El joven la rechaza y es arrestado y conducido por la fuerza al palacio del gobernador. Mientras, en la plaza, un grupo de franceses comandado por Roberto ha empezado a bailar y a divertirse. En el fragor de la juerga los franceses raptan a unas muchachas sicilianas, ante las vivas protestas de los hombres sicilianos. Estos ven zarpar un barco con hombres franceses y mujeres sicilianas camino de la fiesta, a la misma a la que también acudirán Procida y los suyos, disfrazados, buscando venganza.
Acto tercero, en el palacio de Montforte.
Montforte lee en su palacio una carta en la que una mujer siciliana le revela que él es el padre de Arrigo. En ese momento, Bethune le comunica que el joven está en palacio y es conducido ante el gobernador. Tras un encuentro violento entre ambos, Montforte le confiesa que es su padre. Acuciado, pero orgulloso, Arrigo le insulta y huye despavorido.
Montforte da comienzo al baile. Elena y Procida, disfrazados, se acercan a Arrigo y le confiesan sus planes: están allí para asesinar a Montforte. Arrigo, con los sentimientos confundidos entre el odio y el deber filial, advierte veladamente al gobernador de lo que está a punto de ocurrir, y no duda en defender a su padre cuando Elena desata el golpe. El desconcierto general reina entre los sicilianos que tachan a Arrigo de traidor a la patria. Montforte acoge en su seno al despreciado Arrigo.
Acto cuarto, en la prisión.
Arrigo acude a la prisión donde están recluidos Elena y los insurrectos, esperando ser ejecutados. Elena conoce de boca de Arrigo los motivos de su inexplicable defensa de Montforte y se muestra comprensiva. Procida recibe noticias de su próxima liberación, pero entonces Montforte anuncia la inmediata ejecución de todos los sediciosos. También Procida conoce en ese momento la verdadera relación entre Montforte y Arrigo, y también lo perdona. Cuando se llevan al cadalso a Elena y a Procida, Arrigo preso de amor se une a ellos, lo que provoca un angustioso diálogo entre Montforte, el padre y Arrigo, el hijo, en el que aquel solicita oír de éste la palabra «padre». Arrigo la pronuncia, y de inmediato se oye el perdón de Montforte a los sublevados. Él ha encontrado el amor de un hijo y ello le mueve a autorizar, además las bodas de Arrigo y Elena ese mismo día.
Acto quinto, los jardines del palacio de Montforte.
Elena agradece a los amigos que han acudido a la celebración y Arrigo se marcha al encuentro de su recién encontrado padre. Procida no está dispuesto a quedarse sin su venganza y ha urdido un plan para asesinar a sus enemigos en cuanto se hayan pronunciado los votos. Elena al conocer estos planes, se encuentra dividida entre el amor y el deber y resuelve su encrucijada anunciándole a Arrigo que no se casará con él. Procida y Arrigo están furiosos, por distinta razón, con la joven y Montforte casa a la pareja sin saber nada de la cuestión. Redoblan las campanas en manos de Procida y su toque es tomado por los sicilianos como el inicio de la revuelta y posterior masacre de los franceses. Elena, desesperada, incita al gobernador a la fuga, pero la furia de los sicilianos cae sobre Montforte, Arrigo, Elena y todos los invitados.
I vespri siciliani es un monumento musical elevado a la soberanía de los pueblos, en cuyo seno reside la legitimidad de los estados en la forma de su Constitución. Éste es el poderoso mensaje que Giuseppe Verdi envía para la posteridad en esta ópera, que narra uno de los momentos más trascendentales y simbólicos de la historia de Sicilia. En 1282, el pueblo de Palermo, y toda la isla, se subleva contra el invasor francés. Una rebelión que marcó un antes y un después en el destino de Sicilia y la geopolítica del mundo mediterráneo.
La propuesta escénica que presenta Les Arts traslada tales eventos a la actualidad. Un suceso acaecido en Palermo -el asesinato del juez Falcone- nos alerta de la invasión de los medios de comunicación dominados por políticos y que desvirtúan la propia Constitución.
Giuseppe Verdi retrató su contemporaneidad usando un episodio histórico, el de un pueblo que gana contra su invasor, donde el concepto de fraternidad ha desencadenado en victoria.
Verdi hablaba con un sentido que el director de escena no puede traicionar hoy. Es el padre de la patria y es el padre moral de los que piden justicia y creen en la libertad e igualdad del pueblo. Por eso esta producción se traslada a nuestra contemporaneidad, donde la dictadura no la hace un ejército extranjero, sino los medios de comunicación esclavos de una clase política corrupta y de unos poderes económicos que han creado acciones contra los ciudadanos y los conceptos sobre los que se sustenta nuestra sociedad occidental: libertad, igualdad y fraternidad.
En el siglo XIX, para no tener problemas con la censura, se hacía teatro político usando episodios del pasado. En este caso, el acercamiento de un suceso tan decisivo para un pueblo desde 1282 hasta la actualidad, no sólo no desvirtúa el potente mensaje sociopolítico que Verdi ofrece, sino que le devuelve una fuerza que quizá ahora se vería diluida en un escenario original del medievo siciliano.