Piramo e Tisbe

Johann Adolf Hasse

15 / VI / 2017
Auditori
Concierto-espectáculo

Duración aproximada: 2h

Dirección musical
Fabio Biondi

Concepto escénico
Emilio López

Piramo
Vivica Genaux

Tisbe
Valentina Farcas

El padre
Emanuele D’Aguanno

Basado en uno de los relatos escritos por Ovidio en sus Metamorfosis, el Intermezzo Tragico a Tre Voci Piramo e Tisbe, compuesto por Johann Adolf Hasse con poema de Marco Coltellini, presenta al espectador el último día de vida de los dos jóvenes protagonistas, habitantes de la ciudad de Babilonia, vástagos de dos familias enfrentadas que tiempo antes fueron amigas. Así, los padres de Píramo y los de Tisbe, que habían visto con los mejores ojos el surgir del amor entre su prole, quisieron impedir tal afecto justo cuando los adolescentes estaban más enamorados. Cuenta Ovidio que, tras la prohibición de sus amores, Píramo y Tisbe sólo pudieron comunicarse a través de un angosto agujero en una pared que separaba sus cuerpos y sus deseos.

En el Intermezzo Tragico que nos ocupa, la desesperación amorosa ha llegado ya al punto de que la ínfima ranura en el muro se ha convertido en una tronera abierta por Píramo, que consigue así presentarse en cuerpo y alma ante Tisbe, justo después de que el padre de ésta le anuncie su inminente boda con otro joven.

Conocedor ahora de esa boda que tan seriamente amenaza con la definitiva separación, Píramo anima a la muchacha a emprender la huida hasta donde no alcancen ni los designios paternos ni las leyes de Babilonia. Tisbe, no sin miedo ni remordimientos, acepta el plan. Cuando la oscuridad domine al día, huirán y se encontrarán en la espesura del bosque que circunda la ciudad, junto a la tumba del rey Nino.

Cae la noche y Tisbe escapa de su casa. Llega la primera al paraje previsto, en medio de un bosque umbrío de cipreses y otras plantas lúgubres, que cobran vida bajo la luz de la luna. En el centro de ese paisaje, la tumba de Nino. La joven, sola y temerosa, lleva bajo el brazo un rico cofre de piedras preciosas que Píramo le había regalado, y luce en la cabeza un velo con letras bordadas en oro.

Mientras espera a que acuda su amado, oye a su alrededor unos ruidos que la colman de espanto; Tisbe huye del paraje, dejando caer el cofrecillo y el velo. Aquellos ruidos que escuchaba los ha provocado un monstruoso león, que aparece en la tumba de Nino, cubierto de la sangre de alguna cacería reciente. Se encuentra la bestia el velo que Tisbe había dejado caer en su huida, y lo desgarra enfurecido tiñéndolo de sangre, antes de saciar su sed en una fuente cercana. Luego, se aleja y desaparece.

Llega Píramo junto a la tumba de Nino, que no encuentra a Tisbe allí. Examina el entorno y no tarda en dar con los restos de muchas víctimas de alguna fiera; ve también el cofrecillo tirado en el suelo, las gemas preciosas dispersas y el velo bordado en oro, desgarrado y teñido de sangre. Todas esas imágenes le pintan la escena de la terrible muerte de Tisbe a manos de una bestia. Lleno de desesperación, se hiere con su puñal y cae sobre la tumba.

No tarda ella en regresar al lugar y halla a Píramo moribundo. Pocas palabras pueden cruzar ya los amantes antes de que Píramo expire y Tisbe se dé muerte con el mismo puñal.

Cuando el padre de la muchacha, acompañado por un grupo de hombres armados, alcanza a dar con su rastro en el bosque, los encuentra muertos a los dos sobre la tumba de Nino. Arrepentido y lleno de dolor, él mismo se apuñala y cae junto a ellos, aún con suficiente vida como para que sus hombres se lo lleven de allí.

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