Opéra en cinco actos
Libreto de Jules Barbier y Michel Carré basado en Faust (parte 1)
de Johann W. von Goethe
Espectáculo hablado y cantado en francés. Subtítulos disponibles en
castellano, valenciano, francés e inglés.
La juventud al precio del amor
La inocencia ajena y el alma propia: ésa es la esencia de Fausto.
El director Michel Plasson, leyenda viva de la dirección
orquestal, debuta en Les Arts con Faust, una de las óperas
más emblemáticas del repertorio francés, en el que el maestro
parisino es un referente absoluto.
Suceden los eventos narrados en
Faust en los territorios de la actual Alemania, en el
siglo XVI, pero podrían situarse en cualquier tiempo y en cualquier
lugar y momento, pues son sus dobles protagonistas eternos y
universales: Dios y el Diablo. El bien y el mal. Lo masculino y lo
feminino. El joven y el viejo. La vida y la muerte, lo distinto y a
la vez inseparable.
Equipo creativo
Dirección musical | Dirección de escena | Escenografía | Vestuario | Iluminación | Production |
---|---|---|---|---|---|
Michel Plasson | Keith Warner | Es Devlin | Julia Müer | Wolfgang Göbble | Semperoper de Dresde |
Reparto
El doctor Faust | Méphistophélès | Marguerite | Siébel |
---|---|---|---|
John Osborn | Alex Esposito | Ailyn Pérez | Paula Murrihy |
Sinopsis
Acto I
La acción transcurre en una ciudad de Alemania. Es de noche. Fausto, viejo filósofo, medita en su gabinete sobre lo poco satisfactorios que han sido los resultados de toda una vida de esfuerzos. Su sed insaciable por la sabiduría le ha aportado pocas recompensas y ahora su avanzada edad le impide proseguir con sus estudios. Triste y solitario, intenta suicidarse ingiriendo un veneno, pero se detiene al oír por la ventana el canto alegre de jóvenes que se divierten, lo que vuelve a despertar en él los deseos y pasiones no satisfechos en su juventud. Desesperado, solicita la ayuda del maligno, que aparece inesperadamente bajo la forma de un elegante caballero, Mefistófeles, quien le ofrece una nueva forma de vida: renovada juventud, belleza e ingenio, a cambio de su alma. El filósofo duda de la oferta, pero cuando el demonio le muestra una visión de la joven y bella Margarita hilando en la rueca, Fausto queda prendado de ella y no duda en firmar en el pergamino que le ha presentado Mefistófeles para sellar el pacto. Una poción mágica transforma a Fausto en un apuesto muchacho, tras lo cual ambos parten alegres en busca de la hermosa Margarita.
Acto II
En una de las puertas de la ciudad, junto a una taberna, estudiantes, soldados y burgueses se divierten y beben alegremente. Valentín, joven soldado hermano de Margarita, se dispone a partir a la guerra y solicita de su amigo Siébel que proteja a la muchacha en su ausencia. Wagner, un estudiante y también amigo de Valentín, anima la fiesta con una canción. Aparece Mefistófeles, que interrumpe el cántico del joven y es invitado a beber con los demás mientras interpreta un himno en el que alaba la codicia y el oro. El maligno hace predicciones que no sientan nada bien: a Wagner le pronostica la muerte en el frente; a Siébel, joven enamorado de Margarita, le anuncia que se marchitarán todas las flores que toque; y a Valentín le revela que será herido de muerte por alguien conocido de su entorno. Mefistófeles rechaza la bebida que Wagner le ofrece y sorprende a la multitud al hacer que mane vino nuevo de una vieja barrica. Cuando brinda por Margarita, Valentín desenvaina la espada, pero ésta se hace añicos. Los otros soldados, al reconocer que se trata de Satán, forman cruces con sus espadas ante él y éste se retira.
Entretanto, Fausto merodea por allí en busca de Margarita. Mefistófeles le dice que en breve aparecerá ella entre la multitud. Mientras la gente baila un vals, Fausto por fin ve a la bella joven y le ofrece su brazo para acompañarla. Margarita, recatadamente, lo rechaza. Mefistófeles brinda su ayuda para conquistarla.
Acto III
El jardín de Margarita. Siébel deja un ramo de flores en la puerta de la casa de su amada. Al lugar también se han acercado Fausto y Mefistófeles, quien parte en busca de un regalo que supere al de Siébel. El diablo regresa con un cofre repleto de hermosas joyas, que deja junto al ramo de Siébel. Llega Margarita, pensativa mientras entona una balada sobre el rey de Tule, que interrumpe en cada verso con alusiones al caballero que ha conocido. Al ver las flores y el cofre, exultante de alegría, la muchacha se adorna con las joyas. Mefistófeles corteja a Marta, una vieja vecina de Margarita, con la intención de distraerla para que Fausto lleve a buen puerto su conquista. Margarita confiesa su amor por el joven. Sin embargo, ruega a Fausto que se marche. El diablo se burla de su fracaso, pero Margarita se asoma a la ventana y expresa de nuevo su amor por Fausto, quien se reúne con ella en un abrazo. La risa burlona de Mefistófeles resuena en el jardín.
Acto IV
Habitación de Margarita. Han transcurrido unos meses y Margarita espera un hijo de Fausto, quien la ha abandonado. La muchacha tan sólo encuentra consuelo en las palabras de su fiel amigo Siébel, el único que no la desprecia y acude a visitarla. Posteriormente va a la iglesia para rezar por Fausto y por su hijo. Mefistófeles hace acto de presencia en el templo para maldecirla y atormentarla. Aterrorizada, Margarita se desmaya.
En la plaza, Valentín y sus camaradas han regresado de la guerra y entonan cantos de gloria por los desaparecidos en combate. El soldado pregunta a Siébel por su hermana, pero sólo recibe evasivas como respuesta. Desconcertado, entra en la casa.
Fausto, arrepentido por haber abandonado a Margarita, llega al lugar con Mefistófeles, quien canta una balada lasciva dirigida a la muchacha, desde la calle. Valentín sale de la casa, destrozado por la deshonra de la que ha sido víctima su hermana, y pregunta cuál de los dos ha sido el malhechor. Se bate en duelo con Fausto. En un momento decisivo, Mefistófeles interviene y Fausto mata a Valentín sin querer. Margarita se arrodilla ante su hermano mortalmente herido, quien la maldice en sus últimas palabras. La multitud pide el perdón divino para el fallecido.
Acto V
Montañas de Hartz. Se celebra la noche de Walpurgis, un aquelarre en los dominios del maligno, al que asisten demonios, brujas, almas de muertos y duendes. Mefistófeles invita a Fausto para que se distraiga y se olvide de su amada. En pleno festejo, el rejuvenecido filósofo percibe una imagen de Margarita en la prisión y pide a Mefistófeles que le conduzca junto a ella.
En la prisión, Margarita, con la razón perdida, aguarda el momento de su ejecución, según la sentencia que la condena por haber matado a su hijo ilegítimo. Cuando llega Fausto con la intención de liberarla, la desdichada se alegra de ver a su amado y juntos recuerdan los días felices. Mefistófeles pide que se apresuren, pero Margarita se niega a huir con ellos y suplica su salvación al Cielo. Mientras Mefistófeles se lleva consigo al condenado Fausto, un coro de ángeles proclama la salvación de Margarita.
La acción transcurre en una ciudad de Alemania. Es de noche. Fausto, viejo filósofo, medita en su gabinete sobre lo poco satisfactorios que han sido los resultados de toda una vida de esfuerzos. Su sed insaciable por la sabiduría le ha aportado pocas recompensas y ahora su avanzada edad le impide proseguir con sus estudios. Triste y solitario, intenta suicidarse ingiriendo un veneno, pero se detiene al oír por la ventana el canto alegre de jóvenes que se divierten, lo que vuelve a despertar en él los deseos y pasiones no satisfechos en su juventud. Desesperado, solicita la ayuda del maligno, que aparece inesperadamente bajo la forma de un elegante caballero, Mefistófeles, quien le ofrece una nueva forma de vida: renovada juventud, belleza e ingenio, a cambio de su alma. El filósofo duda de la oferta, pero cuando el demonio le muestra una visión de la joven y bella Margarita hilando en la rueca, Fausto queda prendado de ella y no duda en firmar en el pergamino que le ha presentado Mefistófeles para sellar el pacto. Una poción mágica transforma a Fausto en un apuesto muchacho, tras lo cual ambos parten alegres en busca de la hermosa Margarita.
Acto II
En una de las puertas de la ciudad, junto a una taberna, estudiantes, soldados y burgueses se divierten y beben alegremente. Valentín, joven soldado hermano de Margarita, se dispone a partir a la guerra y solicita de su amigo Siébel que proteja a la muchacha en su ausencia. Wagner, un estudiante y también amigo de Valentín, anima la fiesta con una canción. Aparece Mefistófeles, que interrumpe el cántico del joven y es invitado a beber con los demás mientras interpreta un himno en el que alaba la codicia y el oro. El maligno hace predicciones que no sientan nada bien: a Wagner le pronostica la muerte en el frente; a Siébel, joven enamorado de Margarita, le anuncia que se marchitarán todas las flores que toque; y a Valentín le revela que será herido de muerte por alguien conocido de su entorno. Mefistófeles rechaza la bebida que Wagner le ofrece y sorprende a la multitud al hacer que mane vino nuevo de una vieja barrica. Cuando brinda por Margarita, Valentín desenvaina la espada, pero ésta se hace añicos. Los otros soldados, al reconocer que se trata de Satán, forman cruces con sus espadas ante él y éste se retira.
Entretanto, Fausto merodea por allí en busca de Margarita. Mefistófeles le dice que en breve aparecerá ella entre la multitud. Mientras la gente baila un vals, Fausto por fin ve a la bella joven y le ofrece su brazo para acompañarla. Margarita, recatadamente, lo rechaza. Mefistófeles brinda su ayuda para conquistarla.
Acto III
El jardín de Margarita. Siébel deja un ramo de flores en la puerta de la casa de su amada. Al lugar también se han acercado Fausto y Mefistófeles, quien parte en busca de un regalo que supere al de Siébel. El diablo regresa con un cofre repleto de hermosas joyas, que deja junto al ramo de Siébel. Llega Margarita, pensativa mientras entona una balada sobre el rey de Tule, que interrumpe en cada verso con alusiones al caballero que ha conocido. Al ver las flores y el cofre, exultante de alegría, la muchacha se adorna con las joyas. Mefistófeles corteja a Marta, una vieja vecina de Margarita, con la intención de distraerla para que Fausto lleve a buen puerto su conquista. Margarita confiesa su amor por el joven. Sin embargo, ruega a Fausto que se marche. El diablo se burla de su fracaso, pero Margarita se asoma a la ventana y expresa de nuevo su amor por Fausto, quien se reúne con ella en un abrazo. La risa burlona de Mefistófeles resuena en el jardín.
Acto IV
Habitación de Margarita. Han transcurrido unos meses y Margarita espera un hijo de Fausto, quien la ha abandonado. La muchacha tan sólo encuentra consuelo en las palabras de su fiel amigo Siébel, el único que no la desprecia y acude a visitarla. Posteriormente va a la iglesia para rezar por Fausto y por su hijo. Mefistófeles hace acto de presencia en el templo para maldecirla y atormentarla. Aterrorizada, Margarita se desmaya.
En la plaza, Valentín y sus camaradas han regresado de la guerra y entonan cantos de gloria por los desaparecidos en combate. El soldado pregunta a Siébel por su hermana, pero sólo recibe evasivas como respuesta. Desconcertado, entra en la casa.
Fausto, arrepentido por haber abandonado a Margarita, llega al lugar con Mefistófeles, quien canta una balada lasciva dirigida a la muchacha, desde la calle. Valentín sale de la casa, destrozado por la deshonra de la que ha sido víctima su hermana, y pregunta cuál de los dos ha sido el malhechor. Se bate en duelo con Fausto. En un momento decisivo, Mefistófeles interviene y Fausto mata a Valentín sin querer. Margarita se arrodilla ante su hermano mortalmente herido, quien la maldice en sus últimas palabras. La multitud pide el perdón divino para el fallecido.
Acto V
Montañas de Hartz. Se celebra la noche de Walpurgis, un aquelarre en los dominios del maligno, al que asisten demonios, brujas, almas de muertos y duendes. Mefistófeles invita a Fausto para que se distraiga y se olvide de su amada. En pleno festejo, el rejuvenecido filósofo percibe una imagen de Margarita en la prisión y pide a Mefistófeles que le conduzca junto a ella.
En la prisión, Margarita, con la razón perdida, aguarda el momento de su ejecución, según la sentencia que la condena por haber matado a su hijo ilegítimo. Cuando llega Fausto con la intención de liberarla, la desdichada se alegra de ver a su amado y juntos recuerdan los días felices. Mefistófeles pide que se apresuren, pero Margarita se niega a huir con ellos y suplica su salvación al Cielo. Mientras Mefistófeles se lleva consigo al condenado Fausto, un coro de ángeles proclama la salvación de Margarita.